¡La Noche que Cambió la Historia!

3 Momentos Clave del Jueves Santo que Aún Nos Conmueven

Las luces del templo titilaban como estrellas temerosas. Afuera, el viento movía suavemente las ramas de los olivos que custodiaban el atrio. Dentro, el silencio era profundo, roto apenas por el roce de las sandalias sobre el piso de cantera. ¿Puede una cena cambiar el destino del mundo? El Jueves Santo responde con un sí rotundo.

El Jueves Santo se celebra en el marco de la Semana Santa, recordando tres momentos fundamentales del cristianismo: la última cena de Jesús con sus discípulos, el lavatorio de pies como gesto de humildad, y su oración en el huerto de Getsemaní, donde inicia su pasión. En México, comunidades como San Miguel de Allende, Querétaro o Oaxaca lo viven con profunda emoción, mezclando la liturgia con costumbres ancestrales.

Todo inicia al caer la tarde. Las iglesias se llenan de feligreses que visten de blanco o morado. El aire huele a incienso, pan sin levadura y cera derretida. El sacerdote, con gesto solemne, inicia la misa de la Cena del Señor.

Las palabras del Evangelio caen como gotas de vino en corazones expectantes: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. Algunos lloran. Otros cierran los ojos. El momento más simbólico llega: el lavatorio de pies. Un niño observa cómo el padre se arrodilla ante su madre y lava sus pies con cuidado. Sus ojos brillan. Nunca había visto tanta ternura en un acto tan sencillo.

Luego, se retira el Santísimo Sacramento y comienza la adoración. En muchas iglesias, se monta un “monumento” decorado con flores, velas y telas blancas. Es el Getsemaní moderno, el huerto donde muchos se quedan a orar hasta pasada la medianoche. Las voces se apagan. Solo se oye el crujir de la madera, el suspiro del viento, el llanto contenido de algún devoto.

Un hombre de mediana edad, arrodillado frente al monumento, comienza a llorar en silencio. Tiene en sus manos una carta arrugada. Es de su hija, con quien no hablaba desde hace años. Ese día, después de escuchar el gesto de Jesús lavando pies, decidió perdonar. “Si Él pudo, ¿quién soy yo para no hacerlo?”, piensa.

El Jueves Santo es una lección viva de servicio, amor y entrega. Es la cena que nos enseña a compartir, el gesto que nos llama a servir, la oración que nos invita a confiar incluso en la angustia. No es solo memoria; es una invitación a vivir diferente.

Cada año, esta noche regresa para recordarnos que el amor se demuestra sirviendo, que el perdón empieza por uno mismo y que la fe no es un refugio, sino una llama que alumbra en la oscuridad.

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